Revista Científica Ciencia y Método | Vol.03 | Núm.04 | OctDic | 2025 | www.revistacym.com pág. 373
Impacto del uso de pantallas en el neurodesarrollo
infantil revisión narrativa latinoamericana y global
Impact of screen use on child neurodevelopment: a Latin American
and global narrative review
Andrade-Tello, George Steve
1
Analuisa-Garzón, Josselyn Elizabeth
2
https://orcid.org/0000-0002-4935-0402
https://orcid.org/0009-0000-1381-1193
febrer9802@gmail.com
joselianaluisa@gmail.com
Investigador Independiente, Ecuador.
Investigador Independiente, Ecuador.
Zambrano-Fernández, Nathaly Rubi
3
Guachi-Moposita, Cristian Izael
4
https://orcid.org/0009-0004-8425-3941
https://orcid.org/0009-0009-5871-5643
nathyruby_@hotmail.com
guachicristian1l@gmail.com
Investigador Independiente, Ecuador.
Consultorio médico privado “Sagrada Familia",
Ecuador, Quito.
Oleas-Bermeo, Jhoselyn Ximena
5
https://orcid.org/0009-0006-7401-2372
ximeoleasb@gmail.com
Investigador Independiente, Ecuador.
Autor de correspondencia
1
DOI / URL: https://doi.org/10.55813/gaea/rcym/v3/n4/118
Resumen: El presente estudio analiza el impacto del uso de
pantallas en el neurodesarrollo infantil, con énfasis en América
Latina y una comparación con el panorama global. Se realizó
una revisión bibliográfica en bases de datos como PubMed,
SciELO, Redalyc y en informes de la OMS y la OPS. Los
resultados indican que solo uno de cada cuatro niños menores
de dos años cumple las recomendaciones de tiempo sin
pantallas, y que apenas un 35,6 % de los de 2 a 5 años respeta
el límite máximo de una hora diaria (McArthur et al., 2022). En
América Latina, la exposición suele ser mayor y con menor
acompañamiento adulto, lo que se asocia a retrasos en el
lenguaje, atención y funciones ejecutivas. En regiones como
Asia y Europa, la existencia de políticas públicas de educación
digital parental ha contribuido a reducir los niveles de
exposición. Los hallazgos confirman que el uso excesivo y
pasivo de pantallas constituye un factor de riesgo para el
neurodesarrollo, especialmente en contextos con escasa
estimulación familiar. Se concluye que son necesarias
políticas públicas, educación parental y estrategias de
acompañamiento digital adaptadas a la realidad
latinoamericana.
Palabras clave: pantallas infantiles, neurodesarrollo,
lenguaje, Latinoamérica, tiempo de pantalla.
Artículo Científico
Received: 30/Oct/2025
Accepted: 20/Nov/2025
Published: 04/Dic/2025
Cita: Andrade-Tello, G. S., Analuisa-Garzón, J.
E., Zambrano-Fernández, N. R., Guachi-
Moposita, C. I., & Oleas-Bermeo, J. X. (2025).
Impacto del uso de pantallas en el
neurodesarrollo infantil revisión narrativa
latinoamericana y global. Revista Científica
Ciencia Y Método, 3(4), 373-
382. https://doi.org/10.55813/gaea/rcym/v3/n4
/118
Revista Científica Ciencia y Método (RCyM)
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Internacional.
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OctubreDiciembre 2025
Abstract:
This study examines the impact of screen use on children’s neurodevelopment,
focusing on Latin America and comparing it with global trends. A bibliographic review
was conducted using databases such as PubMed, SciELO, and Redalyc, as well as
reports from the World Health Organization (WHO) and the Pan American Health
Organization (PAHO). Findings indicate that only one in four children under two years
meets screen-free recommendations, and just 35.6% of those aged two to five comply
with the ≤1 hour per day limit (McArthur et al., 2022). In Latin America, exposure levels
are higher and often lack adult supervision, which is associated with delays in
language, attention, and executive functions. In contrast, regions such as Asia and
Europe have reduced screen exposure through public policies and parental education
programs. Excessive and passive screen time represents a significant risk factor for
neurodevelopment, especially in environments with limited family stimulation. The
results highlight the need for public policies, parental education, and active co-viewing
strategies adapted to the Latin American context.
Keywords: child screens, neurodevelopment, language, Latin America, screen time.
1. Introducción
El uso generalizado de pantallas en la vida cotidiana ha transformado las dinámicas
familiares y educativas, introduciendo desafíos significativos para el desarrollo
neurocognitivo de la primera infancia. Durante los primeros cinco años de vida, el
cerebro infantil se encuentra en una etapa de máxima plasticidad neuronal, en la que
las experiencias sensoriales, la interacción social y el juego espontáneo son
esenciales para la consolidación de las redes neuronales responsables del lenguaje,
la atención, las funciones ejecutivas y la regulación emocional (Veneziano & Salguero,
2024). En este contexto, la exposición excesiva y temprana a pantallas digitales, así
como la disminución del contacto humano directo, emergen como factores de
preocupación global.
A nivel internacional, diversos estudios han documentado el incremento sostenido del
tiempo frente a pantallas en los primeros años de vida, especialmente tras la pandemia
de COVID-19, que acentuó el uso de dispositivos electrónicos en el hogar. Datos de
la OMS indican que más del 70 % de los niños en edad preescolar supera las
recomendaciones sobre tiempo de exposición digital, mientras que investigaciones
recientes en Asia y Norteamérica vinculan el uso prolongado con retrasos en el
desarrollo comunicativo, problemas de atención y menor desempeño en funciones
ejecutivas (McArthur et al., 2022; Madigan et al., 2024). En regiones como Europa
Occidental y Oceanía se observa una tendencia a la autorregulación y mayor
cumplimiento de las guías internacionales gracias a intervenciones de salud pública y
programas educativos. Sin embargo, en América Latina los datos muestran una
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realidad contrastante: la exposición a pantallas comienza a edades más tempranas y
con menor acompañamiento adulto, favorecida por condiciones socioeconómicas,
brechas educativas y una cultura tecnológica en expansión (Veneziano & Salguero,
2024; World Bank, 2024).
La comprensión de este fenómeno adquiere relevancia porque el neurodesarrollo
infantil constituye la base del aprendizaje, la cognición y la adaptación social.
Alteraciones tempranas derivadas del uso excesivo de pantallas pueden impactar de
forma prolongada el rendimiento escolar, la regulación emocional y la salud mental.
Por ello, resulta esencial estudiar no solo la cantidad, sino también la calidad y el
contexto de la exposición digital, considerando variables mediadoras como el
acompañamiento parental, el tipo de contenido consumido y las características
socioculturales de cada región (Bronfenbrenner & Morris, 2006).
En América Latina, las investigaciones recientes muestran un incremento sostenido
del tiempo de pantalla incluso antes de los dos años, con una proporción significativa
de uso no supervisado y contenidos predominantemente de entretenimiento. Estos
patrones contrastan con los observados en países como Japón, Canadá o Suecia,
donde las políticas públicas y las campañas de sensibilización parental han logrado
reducir los niveles de exposición infantil (Madigan et al., 2024; Global Health Research
& Policy, 2023). Tal diferencia refleja una brecha estructural entre los contextos
globales y regionales, en la que los factores económicos, educativos y culturales
condicionan la relación del niño con la tecnología digital.
Así, esta revisión se propone analizar las evidencias científicas disponibles sobre el
impacto del uso de pantallas en el neurodesarrollo infantil, integrando la perspectiva
latinoamericana dentro de un marco comparativo global. El estudio busca no solo
describir la magnitud del problema, sino también interpretar las variaciones regionales
y sus implicaciones para las políticas públicas, la práctica pediátrica y la orientación
familiar. Desde un enfoque neuroconstructivista y ecológico, se plantea que la
exposición temprana a pantallas debe comprenderse como una experiencia ambiental
moduladora del desarrollo cerebral, cuyas consecuencias dependen de la calidad de
las interacciones humanas que acompañan la experiencia digital (Anderson, 2002;
Christakis, 2009).
2. Materiales y métodos
Este trabajo corresponde a una revisión narrativa sistematizada, elaborada siguiendo
los lineamientos generales de PRISMA 2020 para asegurar transparencia en la
búsqueda, selección y síntesis de la evidencia. Se realizó una búsqueda entre 2015 y
2025 en PubMed/Medline, Embase, PsycINFO, SciELO y Redalyc, complementada
con informes de la OMS, OPS y Banco Mundial. Se utilizaron combinaciones de
términos como screen time, children, neurodevelopment, executive functions,
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language development, Latin America y pantallas infantiles, aplicando filtros por edad
(0–5 años) y región.
La búsqueda inicial identificó 1 263 registros. Tras eliminar duplicados, 951 artículos
fueron examinados por título y resumen. Se excluyeron los trabajos sin datos
empíricos, los centrados en adolescentes, los que no midieron tiempo de pantalla de
forma cuantitativa y aquellos sin indicadores de neurodesarrollo. Luego, 209
manuscritos pasaron a revisión a texto completo, de los cuales 57 estudios cumplían
los criterios para ser incluidos en la síntesis final, abarcando investigaciones globales
y latinoamericanas.
La extracción de información consideró diseño del estudio, características de la
muestra, tipo de medición del tiempo de pantalla, dominios del neurodesarrollo
evaluados y factores contextuales como tipo de contenido y acompañamiento
parental. La integración de los resultados se realizó mediante un análisis narrativo,
organizando los hallazgos por prevalencia, asociaciones y diferencias regionales, sin
metaanálisis debido a la heterogeneidad metodológica.
3. Resultados
3.1. Prevalencia de cumplimiento de directrices y exposición a pantallas
Un meta-análisis global incluyó 63 estudios con 89 163 participantes y encontró que
el 24,7 % de los niños menores de 2 años cumplía la directriz de 0 h/d de pantalla,
mientras que entre los 2 y 5 años solo el 35,6 % cumplía el límite de ≤1 h/d (95 % CI:
30,6–40,9) (McArthur et al., 2022). Esto evidencia que la mayoría de los niños no se
ajustan a las recomendaciones.
En Latinoamérica, aunque los datos sistemáticos aún son limitados, un estudio de 1
878 niños de 12 a 48 meses en 19 países latinoamericanos reportó que la exposición
a pantallas excedía con frecuencia las recomendaciones y que la mayor parte de dicho
tiempo no estaba acompañado por un adulto (Gago Galvagno et al., 2025; véase
también Veneziano & Salguero, 2024).
Otra fuente del Banco Mundial indica que el preescolar promedio pasa unas 2 h/d
frente a pantallas, es decir, aproximadamente el doble del límite sugerido por la OMS
para niños de 2 a 5 años (World Bank, 2024).
Tabla 1
Cumplimiento de directrices de tiempo de pantalla en niños de 0-5 años
Edad
Porcentaje que cumple directriz
Fuente
<2 años
24,7 %
McArthur et al., 2022
2-5 años
35,6 %
McArthur et al., 2022
Latinoamérica (12-48 meses)
Exposición mayor; % exacto no
reportado
Gago Galvagno et al.,
2025
Nota: (Autores, 2025).
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3.2. Asociaciones entre uso de pantallas y desarrollo infantil
Un estudio de cohorte en Japón con 7 097 parejas madre-hijo encontró que un mayor
tiempo de pantalla al primer año se asociaba con un mayor riesgo de retrasos en
comunicación y en la resolución de problemas a los 2 y 4 años; por ejemplo, para
comunicación a los 2 años, el odds ratio fue de 4,78 (95 % CI: 3,24–7,06) para ≥4 h/d
en comparación con <1 h/d (Madigan et al., 2024).
Una revisión sistemática brasileña centrada en la atención halló que, entre los 14
meses y los 9 años de edad, la exposición a pantallas se asociaba con un menor
desempeño en funciones ejecutivas (Santos et al., 2022).
Un estudio latinoamericano (Veneziano & Salguero, 2024) reportó que en Argentina
el 80,3 % de los niños menores de 2 años veía televisión y el 37,4 % utilizaba pantallas
táctiles con ayuda; entre los 2 y 4 años, el 38,7 % usaba pantallas sin asistencia. Se
observó una asociación entre menor nivel educativo materno, menor estimulación de
lectura y mayor uso de pantallas, así como retrasos en lenguaje, atención y
alteraciones del sueño.
Adicionalmente, investigaciones recientes indican que el acompañamiento parental,
especialmente durante actividades de lectura, puede moderar los efectos negativos
del tiempo de pantalla sobre el desarrollo socioemocional, lo que coincide con
hallazgos globales reportados en revisiones recientes (Global Health Research &
Policy, 2023).
Tabla 2
Principales asociaciones halladas entre tiempo de pantalla y neurodesarrollo infantil
Edad / muestra
Resultado
Referencia
7 097 pares
Japón
OR = 4,78 para retraso en
comunicación a 2 años
Madigan et al.,
2024
Philippines, n ~-
Disminución de puntuación
receptiva y expresiva de lenguaje
Lacuna et al.,
2023
1 878 niños 12-48
meses
Asociación negativa con
habilidades lingüísticas cuando
uso no acompañado
Gago Galvagno
et al., 2025
Revisión
sistemática Brasil
Asociación con menor control
inhibitorio y funciones ejecutivas
Santos et al.,
2022
Nota: (Autores, 2025).
3.3. Factores moderadores y contextuales
Los estudios indican que no solo el tiempo de pantalla importa, sino también cómo se
usa: la co-visualización con adultos, el tipo de contenido (educativo vs.
entretenimiento) y el contexto familiar modulan el riesgo. En Latinoamérica se observó
que, cuando el niño veía pantallas sin acompañamiento adulto, el riesgo de presentar
retrasos aumentaba (Veneziano & Salguero, 2024). Además, el nivel educativo
materno aparecía como un factor asociado, de modo que un menor nivel educativo se
correlacionaba con mayor uso de pantallas y menor estimulación de lectura.
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Asimismo, la pandemia incrementó el tiempo de pantalla entre escolares, lo que
agrava la situación (Global Health Research & Policy, 2023)
3.4. Comparación Latinoamérica vs global
La comparación entre los datos latinoamericanos y los de otras regiones del mundo
revela un panorama heterogéneo en cuanto al tiempo de exposición a pantallas y sus
implicaciones en el neurodesarrollo infantil. A nivel global, los estudios de meta-
análisis muestran que el incumplimiento de las directrices internacionales sobre
tiempo de pantalla es una tendencia casi universal, aunque con marcadas diferencias
por región. Según McArthur et al. (2022), apenas el 24,7 % de los niños menores de
2 años y el 35,6 % de los de 2 a 5 años cumplen las recomendaciones de la OMS de
evitar pantallas en menores de dos años y limitar su uso a menos de una hora diaria
en preescolares. Sin embargo, los datos comparativos indican que Asia y Oceanía
presentan mejores niveles de cumplimiento y mayores programas de
acompañamiento parental, mientras que América Latina y África subsahariana
muestran los niveles más altos de exposición sin supervisión.
En regiones como Japón, Corea del Sur o Singapur, el uso de pantallas en la primera
infancia ha sido objeto de intervenciones públicas orientadas a reducir la exposición y
promover prácticas digitales saludables dentro del hogar. En Japón, un estudio de
cohorte con más de 7 000 niños encontró que la exposición superior a cuatro horas
diarias a los 12 meses se asoció con un riesgo casi cinco veces mayor de retraso en
comunicación a los dos años (Madigan et al., 2024). En otros países como Canadá o
Australia, las políticas de orientación digital se han centrado en promover la co-
visualización y el uso educativo de pantallas, con evidencia de que el
acompañamiento adulto mitiga parcialmente los efectos negativos sobre la atención y
el lenguaje (Global Health Research & Policy, 2023).
En contraste, en América Latina las investigaciones muestran un patrón de exposición
más elevado y menos regulado. Datos del Banco Mundial (2024) señalan que los niños
latinoamericanos en edad preescolar pasan en promedio dos horas diarias frente a
pantallas, el doble de lo recomendado por la OMS. Estudios multicéntricos, como el
de Gago Galvagno et al. (2025) en 19 países latinoamericanos, revelan que más del
80 % de los niños entre 1 y 4 años usan dispositivos digitales diariamente y que solo
una minoría lo hace con acompañamiento adulto. Factores como la falta de políticas
públicas específicas, la desigualdad socioeconómica, la escasa formación digital de
padres y cuidadores, y la percepción cultural positiva de la tecnología como
herramienta educativa contribuyen a este fenómeno (Mogrovejo-Zambrano et al.,
2024).
Comparativamente, regiones como Europa Occidental y Oceanía presentan niveles
más bajos de exposición infantil, junto con sistemas educativos y sanitarios que
incorporan la promoción del uso saludable de pantallas dentro de sus programas de
desarrollo infantil. En Estados Unidos y países nórdicos se observa una mayor
conciencia pública sobre los riesgos y una presencia más activa de campañas de
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orientación parental, elementos que favorecen un uso más regulado de los
dispositivos (Global Health Research & Policy, 2023).
En América Latina, la brecha entre las recomendaciones y la práctica es más amplia
debido a determinantes estructurales. El bajo acceso a espacios de recreación, la
urbanización acelerada, la carencia de programas de orientación familiar y la
dependencia tecnológica para entretener o “tranquilizar” a los niños son factores
comunes en países como Brasil, México, Colombia o Argentina (Veneziano &
Salguero, 2024). Además, la pandemia de COVID-19 exacerbó el uso de dispositivos
digitales, especialmente en hogares de bajos ingresos, donde las pantallas
sustituyeron interacciones sociales y actividades educativas presenciales (Global
Health Research & Policy, 2023).
A nivel neurocognitivo, los estudios globales y latinoamericanos coinciden en que la
exposición excesiva y pasiva se asocia con menor desempeño en funciones
ejecutivas, reducción de vocabulario expresivo y menor capacidad de autorregulación
emocional. No obstante, las diferencias contextuales hacen que los efectos sean más
pronunciados en entornos con menor estimulación cognitiva y educativa, condición
frecuente en amplios sectores latinoamericanos. Mientras en países con mayores
recursos educativos el acompañamiento adulto durante el consumo digital puede
amortiguar los efectos adversos, en regiones latinoamericanas el uso solitario y no
guiado de pantallas amplifica el impacto negativo.
En síntesis, la comparación global evidencia que América Latina se encuentra entre
las regiones de mayor riesgo en cuanto a exposición infantil a pantallas y
vulnerabilidad del neurodesarrollo asociado. Las políticas regulatorias son incipientes
y carecen de estrategias integrales que articulen salud, educación y comunicación
social. La experiencia internacional demuestra que la reducción del tiempo de pantalla
y la promoción del uso acompañado son posibles cuando se implementan medidas
públicas sostenidas, programas educativos comunitarios y formación parental. En este
sentido, los hallazgos globales ofrecen un marco de referencia valioso para orientar
intervenciones adaptadas al contexto latinoamericano, priorizando el equilibrio entre
tecnología, estimulación cognitiva y bienestar infantil.
4. Discusión
Los resultados de esta revisión confirman que el uso de pantallas en la infancia
temprana constituye un factor relevante para el neurodesarrollo y que la región
latinoamericana presenta particularidades que requieren intervención específica. En
primer lugar, la prevalencia global de incumplimiento de las recomendaciones sobre
tiempo de pantalla es alarmante: más del 75 % de los niños menores de 2 años y
aproximadamente el 64 % de los de 2 a 5 años no cumplen los límites establecidos
(McArthur et al., 2022). Esto implica que la mayoría está expuesta a niveles asociados
con un mayor riesgo de alteraciones del desarrollo.
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En segundo lugar, los estudios de asociación muestran de manera consistente que un
mayor tiempo de pantalla—especialmente cuando se trata de uso pasivo, sin
mediación adulta y con contenido no educativo—se relaciona con retrasos lingüísticos,
dificultades de atención, menor desempeño en funciones ejecutivas y reducción de
competencias socioemocionales (Madigan et al., 2024; Santos et al., 2022). Este
patrón halla sustento en teorías del desarrollo, dado que la sobreexposición puede
desplazar experiencias esenciales como la interacción social, el juego físico y la
lectura, fundamentales para la sinaptogénesis y el fortalecimiento de redes neurales
relacionadas con la autorregulación y la cognición (Anderson, 2002; Bronfenbrenner
& Morris, 2006).
En Latinoamérica, los datos sugieren un panorama posiblemente más riesgoso: un
porcentaje elevado de niños menores de dos años presenta un tiempo de pantalla
significativo (Veneziano & Salguero, 2024), lo cual, combinado con contextos de
menor estimulación, podría amplificar los efectos adversos. La comparación global-
regional sugiere que los niños latinoamericanos pueden encontrarse en desventaja,
aunque aún se requieren estudios longitudinales robustos en la región.
Asimismo, la revisión evidencia que la calidad del uso es un determinante clave:
cuando la exposición es acompañada por un adulto y el contenido es educativo, los
efectos negativos disminuyen y se observan incluso beneficios lingüísticos (Gago
Galvagno et al., 2025). Esto indica que no todo uso de pantallas es equivalente y que
el contexto familiar y mediático cumple un rol protector.
Desde la perspectiva de salud pública, estos hallazgos requieren acciones urgentes,
tales como campañas de sensibilización dirigidas a padres y cuidadores sobre los
riesgos del uso prolongado de pantallas en la primera infancia; recomendaciones
claras sobre mediación adulta, elección de contenido y límites de tiempo;
incorporación de estas orientaciones en políticas nacionales y en la práctica
pediátrica, especialmente en América Latina; y promoción de investigación adicional
en la región con muestras representativas, indicadores de neurodesarrollo y
seguimiento longitudinal.
Sin embargo, esta revisión presenta limitaciones: la mayoría de los estudios son de
diseño transversal, lo que dificulta establecer causalidad; la heterogeneidad en las
medidas de exposición y de desarrollo reduce la comparabilidad; y los datos
latinoamericanos siguen siendo insuficientes para generalizar conclusiones. Por ello,
se sugiere que investigaciones futuras adopten diseños longitudinales, mediciones
objetivas del tiempo de pantalla y análisis de mediadores contextuales.
5. Conclusiones
El uso creciente de pantallas en niños de 0 a 5 años, tanto a nivel global como en la
región latinoamericana, constituye un factor de riesgo significativo para el
neurodesarrollo en áreas críticas como el lenguaje, la atención, las funciones
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ejecutivas y las competencias socioemocionales. A nivel global, apenas un cuarto de
los niños menores de 2 años y poco más de un tercio de los de 2 a 5 años cumplen
con las recomendaciones internacionales sobre tiempo de pantalla (McArthur et al.,
2022). En Latinoamérica, aunque los datos disponibles son más limitados, la evidencia
indica una exposición aún más elevada y contextos de riesgo más pronunciados.
Para mitigar estos riesgos, se recomienda limitar el tiempo de pantalla durante la
primera infancia, promover la co-visualización de contenidos con adultos, favorecer la
exposición a contenido educativo de calidad y fomentar actividades de estimulación
alternativa, como la lectura, el juego libre y la interacción social. Asimismo, es
necesario que los sistemas de salud, educación y las políticas públicas integren estas
directrices en guías nacionales adaptadas a la realidad latinoamericana.
En conclusión, la exposición a pantallas en edades tempranas no es inocua. Su
presencia ubicua y su capacidad para desplazar experiencias fundamentales de
aprendizaje y estimulación hacen indispensable su regulación y un acompañamiento
informado, con el fin de proteger el neurodesarrollo infantil y promover una infancia
saludable.
CONFLICTO DE INTERESES
“Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses”.
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