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Estrategias de agricultura regenerativa para mejorar
la salud del suelo
Regenerative agriculture strategies to improve soil health
Herrera-Sánchez, Daniela Jaqueline
1
Gavilánez-Buñay Tatiana Carolina
2
https://orcid.org/0009-0005-3667-8395
https://orcid.org/0000-0002-7422-3122
daniela.herrera@ute.edu.ec
tatiana.gavilanez@utc.edu.ec
Universidad UTE, Ecuador, Santo Domingo.
Universidad Técnica de Cotopaxi, Doctorado en
Educación, Ecuador, La Maná.
Autor de correspondencia
1
DOI / URL: https://doi.org/10.55813/gaea/rcym/v1/n2/12
Resumen: La degradación progresiva del suelo,
intensificada por prácticas agrícolas convencionales,
representa una amenaza crítica para la sostenibilidad
agroalimentaria. Este estudio tiene como propósito
analizar, mediante una revisión bibliográfica
sistemática en bases de datos indexadas, las
estrategias de agricultura regenerativa más efectivas
para restaurar la salud del suelo. Se utilizaron criterios
de inclusión rigurosos que priorizaron estudios
empíricos revisados por pares sobre cultivos de
cobertura, compostaje y rotación diversificada de
cultivos. Los resultados evidencian que estas prácticas
mejoran significativamente la estructura, fertilidad,
actividad microbiana y capacidad de retención de agua
del suelo, al tiempo que fortalecen servicios
ecosistémicos como el secuestro de carbono y la
resistencia a la erosión. Asimismo, se identifican
sinergias funcionales entre dichas estrategias,
especialmente cuando se aplican de forma conjunta y
adaptada al contexto edafoclimático. El análisis
concluye que la agricultura regenerativa constituye un
enfoque viable, resiliente y ecológicamente
restaurador, aunque su efectividad depende de
factores locales y de una implementación sostenida,
respaldada por políticas públicas e innovación
agronómica.
Palabras clave: agricultura regenerativa; salud del
suelo; cultivos de cobertura; compostaje; rotación de
cultivos.
Artículo Científico
Received: 18/Mar/2023
Accepted: 22/Abr/2023
Published: 10/May/2023
Cita: Herrera-Sánchez, D. J., & Gavilánez-Buñay,
T. C. (2023). Estrategias de agricultura
regenerativa para mejorar la salud del
suelo. Revista Científica Ciencia Y Método, 1(2),
15-
28. https://doi.org/10.55813/gaea/rcym/v1/n2/12
Revista Científica Ciencia y Método (RCyM)
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Abstract:
Progressive soil degradation, intensified by conventional agricultural practices,
represents a critical threat to agrifood sustainability. This study aims to analyze,
through a systematic literature review in indexed databases, the most effective
regenerative agriculture strategies to restore soil health. Rigorous inclusion criteria
were used that prioritized peer-reviewed empirical studies on cover crops, composting
and diversified crop rotation. The results show that these practices significantly
improve soil structure, fertility, microbial activity and water holding capacity, while
enhancing ecosystem services such as carbon sequestration and erosion resistance.
Functional synergies between these strategies are also identified, especially when they
are applied jointly and adapted to the soil and climate context. The analysis concludes
that regenerative agriculture is a viable, resilient and ecologically restorative approach,
although its effectiveness depends on local factors and sustained implementation,
supported by public policies and agronomic innovation.
Keywords: regenerative agriculture; soil health; cover crops; composting; crop
rotation.
1. Introducción
La degradación de los suelos agrícolas representa una de las problemáticas
ambientales y productivas más relevantes a nivel global, con consecuencias directas
sobre la seguridad alimentaria, la resiliencia de los ecosistemas y la sostenibilidad de
los sistemas agrícolas. La intensificación de las prácticas agrícolas convencionales,
caracterizadas por el uso excesivo de agroquímicos, la labranza intensiva, el
monocultivo y la escasa rotación de cultivos, ha provocado una pérdida progresiva de
la fertilidad del suelo, la disminución de la biodiversidad microbiana y la erosión
acelerada (Lal, 2020). Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura (FAO), se estima que más del 33 % de los suelos del
mundo están degradados, lo que pone en riesgo su capacidad de sustentar la
producción agrícola actual y futura (FAO, 2015).
La degradación del suelo no solo compromete el rendimiento de los cultivos, sino que
también afecta procesos ecológicos fundamentales, como el ciclo del carbono, la
regulación hídrica y la estabilidad del clima local y global (Amundson et al., 2015).
Asimismo, la pérdida de materia orgánica y la compactación del suelo limitan la
infiltración del agua, reducen la disponibilidad de nutrientes y afectan la actividad
biológica del suelo, lo que a su vez repercute en la productividad y sostenibilidad de
los sistemas agrícolas (Schulte et al., 2014). Estas afectaciones se ven agravadas por
el cambio climático, que altera los regímenes de precipitación y temperatura,
intensificando aún más los procesos de degradación y erosionando la capacidad de
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los sistemas agrícolas de adaptarse a nuevas condiciones ambientales (Montanarella
& Vargas, 2012).
En este contexto, la agricultura regenerativa ha emergido como un enfoque alternativo
que busca no solo mitigar los impactos negativos de la agricultura convencional, sino
también restaurar la funcionalidad ecológica de los suelos agrícolas mediante
prácticas integradas que fomentan la salud del suelo, la biodiversidad y la resiliencia
agroecosistémica. A diferencia de otros enfoques sostenibles, la agricultura
regenerativa se centra en la regeneración activa de los procesos ecológicos y el
fortalecimiento de las interacciones entre el suelo, las plantas y los organismos vivos
(Rhodes, 2017). Estrategias como la cobertura permanente del suelo, el compostaje,
la rotación diversificada de cultivos, el pastoreo planificado y la integración
agroforestal se presentan como mecanismos clave para restaurar la estructura,
biología y fertilidad del suelo (Giller et al., 2009).
La justificación de este estudio radica en la necesidad urgente de identificar,
sistematizar y evaluar las estrategias más efectivas de agricultura regenerativa
orientadas a la recuperación de la salud del suelo, entendida esta como la capacidad
del suelo de funcionar como un sistema vivo que sustenta plantas, animales y
humanos de manera sostenible (Doran & Zeiss, 2000). Comprender qué prácticas son
más eficaces en contextos diversos y cómo estas interactúan con los componentes
físicos, químicos y biológicos del suelo es esencial para formular recomendaciones
técnicas aplicables a distintos modelos de producción agrícola. Asimismo, este
análisis permitirá identificar vacíos de conocimiento y orientar futuras investigaciones
hacia la validación empírica de los beneficios ecológicos y agronómicos de la
agricultura regenerativa.
La viabilidad de esta revisión bibliográfica se sustenta en la creciente disponibilidad
de estudios científicos, tanto experimentales como de revisión sistemática, que
documentan los efectos de prácticas regenerativas en diversos indicadores de salud
del suelo. Además, el enfoque de revisión permite integrar hallazgos dispersos,
contrastar metodologías y evaluar la aplicabilidad de los resultados en distintos
contextos edafoclimáticos, lo que amplía la relevancia y utilidad de este trabajo tanto
para investigadores como para tomadores de decisiones, técnicos agrícolas y
productores.
El objetivo principal de este artículo es analizar críticamente las estrategias de
agricultura regenerativa orientadas a mejorar la salud del suelo, a través de una
revisión bibliográfica exhaustiva de literatura científica indexada en bases de datos
reconocidas. Se pretende identificar las prácticas más relevantes, los mecanismos
mediante los cuales contribuyen a la regeneración del suelo y los principales desafíos
para su implementación a gran escala. De esta manera, se busca aportar a la
construcción de un modelo agrícola resiliente, productivo y ambientalmente
responsable, enmarcado en los principios de sostenibilidad y restauración ecológica.
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La revisión de literatura aquí presentada se fundamenta en estudios recientes
publicados en revistas científicas indexadas en Scopus y Web of Science, lo que
garantiza la calidad y confiabilidad de las fuentes analizadas. Asimismo, se priorizará
el uso de referencias verificables con identificador digital de objeto (DOI) y con
enfoques empíricos que aborden la interacción entre prácticas regenerativas y
parámetros clave de la salud del suelo, tales como la materia orgánica, la actividad
microbiana, la capacidad de retención de agua y la estabilidad estructural del suelo.
Con ello, se espera ofrecer una visión integral y actualizada de las oportunidades que
ofrece la agricultura regenerativa para enfrentar los desafíos de la degradación del
suelo y promover sistemas agrícolas más sostenibles y resilientes.
2. Materiales y métodos
La metodología empleada en este estudio se basa en un enfoque exploratorio de
revisión bibliográfica, orientado a recopilar, analizar e interpretar información científica
relevante sobre las estrategias de agricultura regenerativa aplicadas a la mejora de la
salud del suelo. Dado el carácter no experimental de esta investigación, se adoptó un
diseño cualitativo que permitió examinar el estado del conocimiento actual, identificar
prácticas recurrentes, establecer relaciones conceptuales y detectar vacíos de
investigación en la literatura especializada.
Para la recopilación de información, se realizó una búsqueda sistemática de
publicaciones en bases de datos científicas de alto impacto, principalmente Scopus y
Web of Science, priorizando artículos publicados en los últimos diez años para
garantizar la actualidad de los hallazgos. Se utilizaron combinaciones de palabras
clave en inglés y español tales como “regenerative agriculture”, “soil health”,
“sustainable farming practices”, “soil organic matter”, “soil microbiome”, “agricultural
biodiversity”, entre otros términos relacionados. Esta estrategia permitió abarcar una
gama amplia de estudios, incluyendo artículos de revisión, investigaciones empíricas,
metaanálisis y reportes técnicos con validez científica reconocida.
Los criterios de inclusión contemplaron publicaciones revisadas por pares que
presentaran evidencia empírica o teórica sobre prácticas regenerativas específicas y
su efecto sobre parámetros indicativos de la salud del suelo, tales como la estructura,
la fertilidad, el contenido de carbono, la biodiversidad microbiana, la capacidad de
retención de agua, la actividad biológica y la estabilidad frente a la erosión. Se
excluyeron estudios con enfoques meramente descriptivos, informes sin validación
científica o documentos centrados en prácticas agrícolas no vinculadas directamente
con la regeneración del suelo.
Posteriormente, se procedió a la lectura exhaustiva, sistematización e interpretación
de los textos seleccionados. La información fue organizada temáticamente en torno a
las principales estrategias regenerativas identificadas, considerando su fundamento
cnico, mecanismos de acción y resultados documentados en distintas regiones y
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tipos de suelos. Esta categorización permitió establecer patrones comunes, evaluar
su efectividad en distintos contextos agroecológicos y detectar aspectos
metodológicos relevantes de los estudios analizados.
Finalmente, se desarrolló un análisis comparativo de las prácticas más
representativas, considerando tanto su impacto en la salud del suelo como los factores
que condicionan su implementación, como el tipo de cultivo, el clima, la disponibilidad
de recursos, el conocimiento técnico de los agricultores y las políticas agrarias
vigentes. Este proceso permitió construir una síntesis crítica de la literatura revisada,
con el propósito de aportar una visión comprensiva y actualizada sobre el potencial de
la agricultura regenerativa como herramienta para restaurar la funcionalidad de los
suelos agrícolas.
3. Resultados
3.1. Prácticas regenerativas efectivas: cultivos de cobertura, compostaje y
rotación para mejorar la salud del suelo
El deterioro de la salud del suelo es una problemática creciente que compromete la
sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios. Factores como la intensificación
agrícola, la pérdida de cobertura vegetal, el uso excesivo de insumos sintéticos y la
compactación mecánica han resultado en la disminución de la materia orgánica, la
biodiversidad microbiana y la capacidad funcional de los suelos agrícolas (Lal, 2020).
Ante este escenario, la agricultura regenerativa emerge como un enfoque holístico y
restaurativo, cuyo eje central es la recuperación de la vitalidad biológica, estructural y
química del suelo. Dentro de este paradigma, las prácticas de cultivos de cobertura,
compostaje y rotación diversificada de cultivos constituyen intervenciones clave cuya
eficacia ha sido ampliamente documentada en la literatura científica contemporánea.
Los cultivos de cobertura representan una estrategia esencial para mejorar la
funcionalidad del suelo mediante la presencia continua de vegetación no destinada a
la cosecha comercial. Estas especies, cultivadas entre ciclos de producción o de forma
simultánea con el cultivo principal, contribuyen a reducir la erosión, controlar malezas,
fijar nutrientes y aumentar el contenido de carbono orgánico. Estudios de largo plazo
han evidenciado que su uso regular incrementa significativamente la materia orgánica
del suelo, mejora la porosidad y la infiltración del agua, además de favorecer una
estructura estable que resiste procesos erosivos (Basche et al., 2016; Blanco-Canqui
et al., 2012). Adicionalmente, especies como las leguminosas (e.g., Vicia villosa,
Trifolium spp.) tienen la capacidad de fijar nitrógeno atmosférico gracias a su
asociación simbiótica con rizobios, lo cual reduce la necesidad de fertilizantes
sintéticos y mejora la disponibilidad de nutrientes para los cultivos sucesivos
(Schipanski et al., 2014).
En términos microbiológicos, los cultivos de cobertura fomentan una mayor diversidad
de comunidades edáficas, particularmente bacterias y hongos beneficiosos, que
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desempeñan un papel esencial en los procesos de mineralización, descomposición y
formación de agregados. Un análisis metaanalítico realizado por Tiemann et al. (2015)
demostró que la diversidad microbiana y la actividad enzimática del suelo aumentan
considerablemente en sistemas que incorporan cultivos de cobertura, lo cual se
traduce en una mejora de los servicios ecosistémicos del suelo, incluyendo la
descomposición de residuos y el secuestro de carbono.
El compostaje, entendido como el proceso biológico de estabilización de residuos
orgánicos mediante su descomposición aerobia controlada, constituye otra
herramienta regenerativa crucial para la mejora de la calidad del suelo. El compost
aporta no solo materia orgánica estabilizada, sino también una amplia variedad de
microorganismos benéficos, micronutrientes y ácidos húmicos que enriquecen el
ecosistema edáfico (Diacono & Montemurro, 2012). La aplicación continua de compost
ha demostrado aumentar la capacidad de intercambio catiónico, mejorar la agregación
del suelo y estimular la actividad de enzimas claves para los ciclos de nitrógeno y
fósforo (Lazcano et al., 2012).
Asimismo, el compost favorece la supresión natural de patógenos del suelo y
promueve un equilibrio biológico más resiliente frente a disturbios bióticos y abióticos.
Su efecto positivo sobre el contenido de carbono orgánico es particularmente
importante en la mitigación del cambio climático, ya que contribuye al secuestro de
carbono atmosférico en formas estables dentro del perfil edáfico (Zhang et al., 2021).
Cabe destacar que los beneficios del compost varían en función de su origen, grado
de maduración y dosis aplicada, lo que exige criterios técnicos rigurosos en su
producción y manejo para optimizar sus efectos.
Por otro lado, la rotación diversificada de cultivos se ha consolidado como una práctica
regenerativa que rompe los ciclos de agotamiento nutricional, reduce la presión de
plagas y enfermedades, y diversifica las interacciones planta-suelo. A diferencia del
monocultivo, la rotación planificada de especies vegetales permite un uso más
eficiente de los recursos edáficos y favorece la regeneración de propiedades físicas,
químicas y biológicas del suelo. Según Smith et al. (2008), la diversidad de cultivos en
secuencia temporal contribuye a una mayor eficiencia en la utilización del nitrógeno,
mejora la biomasa radicular y estimula la actividad microbiana asociada a rizosferas
diferenciadas.
Desde una perspectiva funcional, sistemas de rotación que integran gramíneas,
leguminosas y cultivos de raíces profundas permiten una extracción balanceada de
nutrientes, facilitan la descompactación del suelo y promueven una estructura más
porosa y aireada. Además, la diversidad de exudados radiculares derivados de
cultivos diferentes incrementa la riqueza y abundancia de microorganismos
especializados, promoviendo así una red trófica más robusta y eficiente (McDaniel et
al., 2014). La implementación de rotaciones también ha mostrado un efecto
acumulativo positivo sobre la capacidad de retención de agua, el contenido de materia
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orgánica y la estabilidad estructural del suelo en diferentes contextos agroecológicos
(Brennan & Boyd, 2012).
La integración de estas tres prácticas dentro de un modelo agrícola regenerativo
genera sinergias que amplifican sus beneficios individuales. Por ejemplo, los cultivos
de cobertura pueden ser incorporados al suelo mediante compostaje in situ,
generando un circuito cerrado de nutrientes; a su vez, la rotación con especies de
cobertura o cultivos compostables maximiza el retorno de biomasa al suelo y
diversifica la microbiota edáfica. Esta estrategia integrada no solo promueve una
agricultura más productiva y sostenible, sino que también contribuye a restaurar la
capacidad ecológica del suelo, permitiendo su funcionamiento como un sistema vivo
y resiliente.
En síntesis, las evidencias empíricas y teóricas recopiladas indican que la adopción
de cultivos de cobertura, compostaje y rotación diversificada de cultivos constituye un
pilar fundamental de la agricultura regenerativa. Estas prácticas, cuando se aplican de
manera planificada y contextualizada, mejoran sustancialmente los indicadores clave
de salud del suelo y ofrecen una vía concreta para la recuperación de la funcionalidad
ecosistémica en agroecosistemas degradados.
3.2. Impactos ecosistémicos y agronómicos
La implementación de prácticas regenerativas como los cultivos de cobertura, el
compostaje y la rotación diversificada de cultivos tiene efectos sustanciales tanto en
los procesos ecológicos como en la productividad agrícola. A diferencia de los
sistemas convencionales, que frecuentemente conducen al deterioro estructural y
funcional del suelo, estas prácticas propician la restauración de sus propiedades
físicas, químicas y biológicas, lo que fortalece su capacidad de retención hídrica,
secuestro de carbono y resistencia frente a la erosión. Estos efectos integrales
reconfiguran positivamente la dinámica de los agroecosistemas, al tiempo que
mejoran la estabilidad, resiliencia y sostenibilidad de los sistemas agrícolas a largo
plazo.
3.2.1. Mejora en la retención de agua
Uno de los beneficios más inmediatos de las prácticas regenerativas es el incremento
de la capacidad del suelo para almacenar y conservar agua. En sistemas agrícolas
convencionales, la pérdida de materia orgánica y la compactación reducen
significativamente la porosidad y la infiltración del agua, lo que limita su disponibilidad
para las plantas y exacerba los efectos de las sequías. En contraste, la aplicación de
compost y la presencia de cultivos de cobertura incrementan la materia orgánica y
promueven una estructura de suelo más suelta y agregada, facilitando la infiltración y
reduciendo la escorrentía (Basche & DeLonge, 2017).
Diversos estudios demuestran que la materia orgánica actúa como una esponja,
capaz de absorber entre 10 y 20 veces su peso en agua, dependiendo del tipo de
suelo (Liu et al., 2021). Además, las raíces de los cultivos de cobertura mejoran la
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porosidad y crean canales biológicos que permiten una infiltración más profunda. Por
ejemplo, en un estudio de campo llevado a cabo en sistemas agrícolas de transición
ecológica, se encontró que el uso de centeno como cultivo de cobertura mejoró la
capacidad de retención hídrica en un 25 % en comparación con parcelas sin cobertura
(Blanco-Canqui et al., 2012).
A nivel funcional, esta capacidad incrementada de retención de agua tiene efectos
directos sobre la productividad de los cultivos, especialmente en condiciones de estrés
hídrico. La disponibilidad continua de agua en el perfil edáfico permite una mayor
eficiencia en la absorción de nutrientes y favorece el desarrollo radicular profundo, lo
cual mejora el rendimiento y reduce la vulnerabilidad a variaciones climáticas
extremas (Amelung et al., 2020). En este sentido, la agricultura regenerativa se
presenta como una estrategia adaptativa frente a los desafíos derivados del cambio
climático.
3.2.2. Secuestro y estabilización del carbono orgánico
El suelo es el segundo mayor reservorio de carbono después de los océanos, y su
manejo adecuado puede contribuir significativamente a la mitigación del cambio
climático. En este contexto, las prácticas regenerativas desempeñan un papel clave
en el secuestro de carbono, al favorecer la acumulación de carbono orgánico estable
en el suelo. La incorporación de biomasa vegetal a través del compost y de los
residuos de cultivos de cobertura incrementa el contenido de carbono en formas
humificadas, que pueden permanecer en el suelo durante décadas o siglos (Minasny
et al., 2017).
La dinámica del carbono edáfico está íntimamente relacionada con la actividad
microbiana. El compost no solo aporta carbono lábil que sirve de alimento a los
microorganismos, sino también compuestos húmicos complejos que estabilizan el
carbono a través de asociaciones con minerales arcillosos (Lehmann et al., 2020).
Esta estabilización es fundamental, ya que el carbono protegido físicamente dentro de
agregados estables es menos susceptible a la descomposición y rdida por
mineralización.
En términos cuantitativos, Lal (2020) estima que las prácticas regenerativas bien
gestionadas pueden aumentar el carbono del suelo en una tasa anual de 0,3 a 1,0 t C
ha¹ año¹. Esta capacidad de capturar CO atmosférico y almacenarlo en el suelo
posiciona a la agricultura regenerativa como una herramienta potente en estrategias
de carbono negativo. Machmuller et al. (2015), en un estudio comparativo de fincas
regenerativas y convencionales, hallaron un incremento promedio del 29 % en el
carbono orgánico total en los suelos regenerativos en un periodo de apenas seis años.
3.2.3. Aumento de la resistencia a la erosión
La erosión del suelo constituye una de las principales amenazas a la sostenibilidad
agrícola, ya que implica la pérdida irreversible de la capa superficial rica en nutrientes
y microorganismos. La agricultura convencional, al dejar el suelo desnudo y
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susceptible a la acción del viento y el agua, incrementa drásticamente las tasas de
erosión. En contraposición, los sistemas regenerativos —mediante la cobertura
permanente del suelo y la mejora de su estructura— actúan como una barrera física
y biológica contra la erosión (Morgan, 2009).
Los cultivos de cobertura protegen la superficie del impacto directo de las gotas de
lluvia, disminuyendo la disgregación de partículas y promoviendo la infiltración en
lugar de la escorrentía. Además, sus raíces cohesionan las partículas del suelo,
incrementando la resistencia mecánica frente a la erosión hídrica y eólica. Estudios
realizados en Europa y América del Norte muestran reducciones de entre 40 % y 80
% en las tasas de pérdida de suelo cuando se integran cultivos de cobertura y compost
(Borrelli et al., 2017).
Esta reducción de la erosión tiene también implicaciones para la calidad del agua, ya
que disminuye la carga de sedimentos y nutrientes transportados hacia cuerpos de
agua superficiales, reduciendo la eutrofización y los impactos negativos sobre
ecosistemas acuáticos. A nivel económico, la conservación del suelo mediante
prácticas regenerativas evita la necesidad de costosas enmiendas y correcciones
posteriores, lo que mejora la rentabilidad a largo plazo (Pimentel et al., 1995).
3.2.4. Sinergias ecosistémicas y resiliencia agrícola
La convergencia de estos efectos —mayor retención hídrica, secuestro de carbono y
resistencia a la erosión— genera sinergias ecosistémicas que refuerzan la
funcionalidad del suelo como un sistema vivo. Estas sinergias no solo estabilizan la
producción agrícola, sino que también mejoran la biodiversidad, reducen la
dependencia de insumos externos y permiten la regeneración continua del capital
natural.
En sistemas regenerativos bien diseñados, se observa una mayor actividad
microbiana, un equilibrio más estable entre organismos beneficiosos y fitopatógenos,
y una reducción significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero por
unidad de producción (Altieri et al., 2011; Lehmann et al., 2020). Esto permite que el
suelo recupere sus funciones ecosistémicas fundamentales: provisión de nutrientes,
regulación hídrica, soporte para la vida vegetal y mitigación del cambio climático.
Por tanto, los impactos ecosistémicos y agronómicos de la agricultura regenerativa no
deben entenderse como beneficios aislados, sino como componentes
interdependientes de un sistema complejo y resiliente. La transición hacia este tipo de
agricultura representa un cambio de paradigma que va más allá de la productividad,
promoviendo una relación armónica entre la actividad humana y los procesos
naturales del suelo.
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4. Discusión
La presente revisión bibliográfica ha permitido constatar que la agricultura
regenerativa, mediante la implementación de prácticas específicas como los cultivos
de cobertura, el compostaje y la rotación diversificada de cultivos, constituye una
estrategia integral para revertir la degradación del suelo y restituir su funcionalidad
ecológica. Estos enfoques, cuando se aplican de forma sinérgica y adaptada a las
condiciones edafoclimáticas particulares, no solo inciden positivamente sobre
parámetros agronómicos, sino que también fortalecen múltiples servicios
ecosistémicos, lo que refrenda su potencial para contribuir a la sostenibilidad de los
sistemas agroalimentarios contemporáneos.
Los hallazgos revisados corroboran que estas prácticas regenerativas inducen
mejoras sustanciales en la estructura del suelo, la capacidad de retención de agua, el
contenido de carbono orgánico y la estabilidad de los agregados. Tales
transformaciones son el resultado de procesos complejos en los que intervienen la
biomasa vegetal, la actividad microbiana y la dinámica de nutrientes, los cuales, al ser
estimulados por manejos regenerativos, reactivan las funciones biogeoquímicas del
suelo (Lehmann et al., 2020). Así, los cultivos de cobertura actúan no solo como una
protección física contra la erosión, sino como un catalizador de interacciones
subterráneas que incrementan la resiliencia edáfica frente al estrés hídrico y térmico,
como lo demuestra el metaanálisis de Basche y DeLonge (2017), en el que se
evidencia una mejora estadísticamente significativa en la infiltración y retención de
agua en suelos con cobertura vegetal permanente.
En cuanto al compostaje, su aplicación reiterada ha sido asociada con el aumento del
carbono lábil y la mejora en la capacidad de intercambio catiónico, lo que, en
consecuencia, mejora la fertilidad a largo plazo sin los efectos colaterales de la
fertilización química intensiva. Diacono y Montemurro (2012) destacan que la materia
orgánica estabilizada que aporta el compost tiene un rol determinante en la
estructuración del suelo y en la mitigación de la acidificación, al actuar como
amortiguador del pH. Además, su influencia positiva sobre la microbiota edáfica
diversifica los nichos ecológicos disponibles, favoreciendo organismos funcionales
clave en el reciclaje de nutrientes (Lazcano et al., 2012).
Por otro lado, la rotación diversificada de cultivos, particularmente aquellas secuencias
que combinan leguminosas y gramíneas, ha demostrado ser eficaz en la interrupción
de ciclos de plagas, la recuperación del nitrógeno y la estimulación de la actividad
enzimática del suelo (Tiemann et al., 2015). Esta práctica no solo incrementa la
estabilidad de la producción, sino que, al alternar tipos de raíces y exudados,
diversifica las relaciones planta-suelo-microorganismo, lo que fortalece la capacidad
del sistema agrícola para adaptarse a perturbaciones bióticas y abióticas. En este
sentido, Smith et al. (2008) subrayan que los beneficios de la rotación trascienden el
rendimiento inmediato, al estar vinculados con mejoras sistémicas en la eficiencia del
uso de los recursos.
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De manera convergente, todas estas prácticas inciden de forma positiva en el
secuestro de carbono, un servicio ecosistémico de relevancia crítica en el contexto del
cambio climático. El incremento del carbono orgánico del suelo mediante la adición de
materia orgánica y la minimización de disturbios físicos ha sido ampliamente
documentado como una estrategia viable de mitigación, tanto por su capacidad de
almacenar carbono en formas estables como por sus beneficios colaterales en la
estructura del suelo y la retención de agua (Minasny et al., 2017; Lal, 2020). La
literatura revisada respalda la noción de que, mediante un manejo regenerativo
continuo, es posible revertir parcialmente los efectos acumulativos de décadas de
degradación inducida por prácticas agrícolas extractivas.
Cabe destacar, sin embargo, que la eficacia de estas prácticas no es homogénea en
todos los contextos. Su impacto está condicionado por factores como el tipo de suelo,
el régimen de precipitaciones, la historia de uso del terreno y la escala de
implementación. Algunos estudios, como el de Machmuller et al. (2015), advierten que
aunque los beneficios son acumulativos, los cambios significativos en propiedades
como el carbono orgánico del suelo pueden tardar entre cinco y diez años en
manifestarse plenamente. Esto implica que la agricultura regenerativa, si bien
prometedora, requiere de un enfoque de largo plazo, acompañado de políticas
públicas coherentes, incentivos adecuados y un robusto sistema de extensión agrícola
que facilite su adopción por parte de los productores.
En conclusión, la agricultura regenerativa representa una alternativa científicamente
fundamentada y ecológicamente funcional para restaurar la salud del suelo y mejorar
la sostenibilidad de la producción agrícola. Las prácticas analizadas en esta revisión
no solo recuperan propiedades físicas y químicas esenciales del suelo, sino que
también dinamizan procesos ecológicos clave que sostienen la productividad y
resiliencia de los agroecosistemas. En consecuencia, su incorporación sistemática en
políticas agrarias y programas de manejo sostenible de tierras constituye una
necesidad urgente para enfrentar los desafíos del cambio climático, la seguridad
alimentaria y la degradación de los recursos naturales.
5. Conclusiones
La revisión realizada permite concluir que la agricultura regenerativa representa una
estrategia sólida y científicamente respaldada para restaurar la salud del suelo y
fortalecer la sostenibilidad de los sistemas agrícolas. Las prácticas evaluadas, como
los cultivos de cobertura, el compostaje y la rotación diversificada de cultivos, actúan
de manera complementaria sobre las propiedades físicas, químicas y biológicas del
suelo, mejorando su estructura, capacidad de retención hídrica, fertilidad y estabilidad
frente a procesos de degradación.
Estas prácticas no solo generan beneficios agronómicos, como el aumento del
rendimiento y la eficiencia en el uso de recursos, sino que también aportan importantes
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impactos ecosistémicos. Entre ellos destacan la mejora de los servicios ambientales
del suelo, el secuestro de carbono, la conservación de la biodiversidad edáfica y la
mitigación de la erosión. En conjunto, estos efectos contribuyen a la resiliencia de los
agroecosistemas y a su adaptación frente a los desafíos del cambio climático y la
variabilidad climática creciente.
Sin embargo, se reconoce que la eficacia de estas estrategias depende del contexto
específico en que se implementan, incluyendo las condiciones edafoclimáticas, el tipo
de manejo agrícola, la escala de aplicación y el compromiso sostenido en el tiempo.
Por ello, es indispensable que las acciones regenerativas estén acompañadas de
procesos de formación técnica, planificación agronómica, monitoreo continuo y apoyo
institucional, a fin de garantizar su adopción efectiva y duradera.
En suma, la agricultura regenerativa no solo ofrece una alternativa viable al modelo
convencional, sino que se perfila como un enfoque transformador para restaurar la
funcionalidad ecológica del suelo, asegurar la producción agrícola y conservar los
recursos naturales en beneficio de las generaciones presentes y futuras.
CONFLICTO DE INTERESES
“Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses”.
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